Soy un niño sirio
Hola, me llamo Hellyia y solo tengo
diez años. Mi sueño es vivir en la Unión Europea pero nos han cerrado las
fronteras. Nos han abandonado en nuestros botes mientras cruzábamos el
Mediterráneo. Nos han abandonado en esta guerra que ni nosotros entendemos, nos
han abandonado en los escombros y ruinas de nuestro país.
Las calles están bañadas de sangre. Por
la noche intento dormir, pero aunque las bombas paren, las pesadillas me
persiguen. Por la mañana, cuando salimos de nuestros refugios, el silencio
ensordecedor domina las calles que antes estaban llenas de personas, coches y
aroma de comida. La guerra los ha sustituido: las personas por cadáveres, los
coches por tanques y el aroma de comida por el de polvo y la muerte.
Aún peor que el silencio son los gritos
de sufrimiento, el lloro de los padres que agarran a sus hijos de ojos cerrados,
de piel blanca y fría.
¿Qué elegir? ¿El silencio que corta
como un cuchillo o los gritos de desesperación que duelen como el hambre?
Todas las mañanas mi padre reza, me
rebelo y lloro porque incluso Dios nos abandonó. Somos un pueblo abandonado,
perdido y dejado a nuestro destino.
Esta semana murieron más de 400
personas, las bombas siguen cayendo sobre nuestras casas, sobre nuestros
hospitales y sobre nuestras maternidades, sin embargo el Mundo nos ha vuelto la
espalda. La prensa internacional ha dado días y días de atención a un tiroteo
en una escuela americana… nosotros tuvimos cinco minutos de atención.
Las personas piensan que mi país y la
guerra son inseparables, que todo lo que conocemos es guerra y terrorismo, pero
eso no es verdad. Ya hemos sido un país próspero, tolerante, multicultural y,
más que todo, un país pacífico. Sin embargo la codicia, el fanatismo, los
intereses económicos y políticos, la corrupción y la inhumanidad nos han sacado
nuestra tierra, nos han puesto en este estado miserable en el que nos
encontramos, donde los Derechos Humanos no nos valen.
Lo que más me molesta son los líderes,
que lamentan nuestra miseria pero continúan apoyando a los tiranos que nos
siguen bombardeando. Vivimos en un mundo asquerosamente hipócrita pero algunos
no nos rendimos.
Y el silencio de Occidente es lo mismo
que presionar el gatillo de las
armas que siguen matando a mi pueblo.
David
Machado Pires, 11.º F
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